¿Qué lugar para lo masculino hoy?

En las últimas décadas hemos presenciado un auge de los feminismos, un incremento de las denuncias hacia el machismo y el patriarcado, y las mujeres comenzaron a ocuparon un lugar preponderante en el discurso social. Esto, evidentemente, produce cambios en la sociedad; se suele decir que los hombres se vieron compelidos a “deconstruirse”, en particular en todo lo relativo al lazo con las mujeres y la sexualidad. A muchos se les dificulta re ubicarse en el discurso actual. Al parecer se trataría de abandonar las investiduras masculinas de otras épocas.

Cada época tiene sus ideales, el ideal del hombre fuerte que sale a trabajar, que cuida a la mujer y a los hijos, esta cuestionado desde el momento en que ella adquiere derechos, sale a trabajar y participa en la vida social. Un ideal que no desapareció pero está en caída y hace tambalear los semblantes con los que podrían identificarse los varones. El derecho a elegir cómo quiere vivir la vida cada uno, es un gran logro pero a veces también tiene su costo, la desorientación.

Hoy, muchos hombres se preguntan si está bien mostrar un signo de su deseo hacia una mujer, ¿o eso será sancionado como signo de acoso sexual? ¿A caso los hombres tendrán que feminizarse para no ser rechazados? No lo creemos, al contrario, replantearnos qué es lo masculino, qué es lo viril, puede orientar el asunto.

En cuestión de amor los hombres y las mujeres suelen ser muy distintos. Para ellos las palabras de amor pueden no ser lo más importante, por eso es habitual escuchar a las mujeres quejarse de su falta de comunicación, de diálogo. Es fuente de discusiones su necesidad de estar solos o con sus cosas, dejando a la pareja de lado, esto no siempre significa falta de amor, sino que se manejan con otra lógica, distinta de lo femenino, que apunta a lo mismo, a lo repetitivo. Esto no lo hace ni mejor ni peor, es distinto.

¿Qué es lo propio del hombre en la relación con las mujeres? El psicoanalista argentino, Marcelo Barros, afirma que asumir la posición viril es sostener el deseo hacia una mujer en tanto tal, y sobre todo no huir ante el deseo de ella. De qué modo se sostiene el deseo hacia una mujer, para eso no hay recetas, cada uno tendrá que ver cómo se las arregla. Pero lo cierto es que nada tiene que ver con el abuso, la agresión, la violencia, el maltrato. De hecho estos no son más que signos de intolerancia y de impotencia.

Narciso atrapado en las redes, ¿mito o realidad?

Narciso no se veía ningún defecto, al contrario, se veía bello y perfecto, y era tan engreído que a todos rechazaba. Por este acto fue castigado y condenado a mirar por siempre su imagen en el estanque que le oficiaba de espejo, donde finalmente termina hundiéndose. ¿No es este destino de soledad, acaso, el de muchas personas “narcisistas” que no logran establecer lazos amorosos estables al vivir más pendientes de su propia imagen que de la falta que puede hacerle otro? 

Vivimos en un mundo donde la imagen ha tomado tal preponderancia que ha sido elevada a lo más alto de la escala social. Las redes son el medio por el cual todo es para ver, el cuerpo propio o el de los hijos, la intimidad se vuelve pública. Es en la mirada donde encontramos la clave, porque finalmente no interesa tanto el contenido, de hecho a veces, nada. Lo que llama a la vista es la imagen, seguir mirando, algo encuentra allí satisfacción. Scrollear, por ejemplo, una práctica sin punto de capitón, vertiginosa, que nos deja pegados a la pantalla, mirando una sucesión imparable de imágenes que los dispositivos nos muestran acorde a nuestros gustos y consumos, pero siempre insuficiente

Nos resulta esperable que los púberes o adolescentes estén pendientes de su imagen, están buscando algo propio en la mirada de los otros, en especial de sus pares. Pero no solo en los chicos se observan estas conductas, algunos adultos también suelen estar muy pendientes de su imagen. Por un lado verse bello y más joven parece ser el leitmotiv que impulsa a una carrera bastante absurda contra el tiempo. Por otro lado, parecerse cada vez más al ideal que propone la industria de la moda, con el resultado sorprendente, y a veces aplastante, de un “todos iguales”.

La imagen en las redes se agota rápidamente. Para muchos, se trata de un arduo trabajo, que nunca alcanza, en sostener sus perfiles, produciendo imágenes del cuerpo y contenidos. Se trata de una carrera en la que lo nuevo y la transparencia de lo íntimo son condiciones para renovar el encanto todo el tiempo, para obtener un like en la imagen. Un me gusta o no me gusta que nada tiene que ver con el deseo, sino con una efímera satisfacción al evitar desaparecer. 

De esta fascinación por la imagen surgen algunas prácticas que, tratando de obtener alguna satisfacción, terminan siendo angustiantes. Por ejemplo, la llamada dismorfia corporal. Se trata de la preocupación excesiva por algo que se percibe como un defecto en el cuerpo, una imperfección. Puede tratarse de un detalle mínimo, apenas perceptible, o meramente imaginario. Sin embargo, quien lo padece puede pasar horas tratando de corregirlo. Examinar frecuentemente su imagen en el espejo, compararse con los demás, llegando a evitar situaciones sociales o ser fotografiado. Los procedimientos van desde una mera cosmética hasta cirugías estéticas, o bien pasar varias horas al día dedicadas a la actividad física. .

En la película “Barbie” vemos como la muñeca “perfecta”, advirtiendo que todos sus días son idénticos, que nada cambia, en cierto momento se pregunta por la muerte, y a partir de entonces buscará ser humana. Es interesante, tomando a Barbie como metáfora de la época, reflexionar acerca de lo desvitalizante que puede resultar la búsqueda incesante del ideal. Ideal que no solo es de belleza, también de éxito, o de productividad, etc. Solo cuando algo hace límite, se humaniza.

El psicoanálisis viene a introducir una pausa, un intervalo para extraer a quien consulta de esa repetición de lo mismo en la que queda suspendido.

Obsesiones 

Es muy probable que no nos demos cuenta, pero nuestra vida cotidiana está plagada de acciones repetitivas y de “rituales” propios, absolutamente personales, que llevamos a cabo muchas veces inconscientemente. 

También dudamos y postergamos la toma de decisiones cuando estamos frente a un conflicto de deseos e intereses. Todas estas manifestaciones que suelen atribuirse a los síntomas típicos de la neurosis obsesiva, no necesariamente constituyen un cuadro patológico que lleva a la consulta con un analista. 

Las famosas acciones obsesivas que han sido caricaturizadas en películas como TocToc o, hace ya unos años, Mejor Imposible, conllevan otros componentes que permiten entender que, a pesar del sufrimiento que acarrean, también tienen una función. En principio podemos decir que suele haber detrás de ellas un pensamiento o fantasía en relación a un peligro mortal, a un riesgo de vida para quien lo padece o para sus seres queridos. La repetición de, por ejemplo, abrir y cerrar la llave de gas por temor a no haberla cerrado correctamente, o lavarse el cuerpo o las manos cierta cantidad de veces, podría corresponder a un pensamiento obsesivo como el siguiente: » Si no me lavo las manos 4 veces con este jabón, me contagiaré de una enfermedad y moriré «, o » Si no chequeo 6 veces la llave del gas para cerciorarme que está bien cerrada, la casa va a explotar».

Son ejemplos que dan cuenta de la función que cumplen dichas acciones que protegen a la persona ante un peligro imaginario. 

Otro aspecto que Freud descubre detrás de esos pensamientos es que hay deseos hostiles, agresivos e inconscientes que intentan ser reprimidos porque suelen ser dirigidos a personas queridas. La ambivalencia amor/odio que suele ser sumamente intensa en estos casos, da cuenta del conflicto en el que están inmersos, con el sufrimiento que esto implica. 

Como podemos notar estos pensamientos tienden al control. Claro que, en un sentido generalizado ¡todos buscamos tener el control! Manejar las emociones, se suele decir, o dominar las obsesiones. Pero ¿en qué contradicción incurrimos si el tratamiento del control es el control mismo? La orientación psicoanalítica no propone como objetivo que los síntomas desaparezcan sin más, justamente porque tienen una función muy precisa frente a la angustia. Esa función se evaluará cada vez, en cada uno.

Hay quienes solo cuentan hasta tres antes de atender el celular, o bien ordenan la ropa siguiendo determinado patrón, o el cepillo de dientes no puede tocar la pasta dental, en fin, pequeñas obsesiones de todos los días destinadas a calmar la angustia que produce la incertidumbre, la falta de garantías. Pero cuando se presentan con una carga de angustia tan importante que complique la vida de la persona se trata de que puedan ceder y dar lugar al alivio necesario para vivir de otra manera. 

Otros, como la artista plástica Yayoi Kusama, logran estabilizarse con su síntoma. Compartimos un video – https://youtu.be/J_Pdf-B9AuQ – donde cuenta cómo logró servirse del arte para poder hacer algo con su “obsesión infinita”, como ella lo nombra (link del video), que no la haga sufrir sino que la alivia. 

Cuando escuchamos hablar de los TOC, habrá que tomar con cautela la cuestión del tratamiento. Para cada uno una solución singular, pues no nos sirven las generalizaciones ni las terapias “a porter” que buscan rápidamente resolver el “problema”. Para ello contamos con las entrevistas preliminares, que implican un tiempo dedicado a la elaboración del diagnóstico, para luego orientar el tratamiento adecuado.

La vida… ¿según el cristal con el que se la mire?

Se suele decir que la vida tiene el color del cristal con el que se la mire. Quizás aquel que ve siempre todo negro pensará que no es una cuestión relativa si no objetiva, mientras que aquel que siempre ve todo rosa podría estar dispuesto a admitir que solo se trata de ponerle “onda”.

Estará también quien envidia el modo de tomarse las cosas del otro, por ejemplo “que todo me resbale un poco, en lugar de tomarme las cosas tan en serio”.

¿Qué hay de cierto en estas afirmaciones? ¿Cuánto hay de uno en el modo de ver, de vivir las cosas? Pero, ¿Qué es el modo de ver? No dudamos de que cada persona tenga su manera de ver, de interpretar, de sentir. Esa manera de cada uno tiene una fijeza habitualmente difícil de conmover, muchas veces es la responsable de nuestro propio sufrimiento, y otras ¡del sufrimiento de quienes comparten la vida con nosotros!

El psicoanalista Jaques Lacan afirmaba que somos hablados por los otros y con esas palabras tejemos la trama de nuestra vida y de nuestro destino. Esa fijeza, entonces, ¿es tan propia como parece?

Notemos que esas palabras, que son nuestras marcas, son un tanto paradójicas porque si bien son propias, provienen de otros. Conforman identificaciones, algunas de las cuales las padecemos, y se enlazan con esa fijeza del modo de ver que llamamos fantasma. Como decíamos más arriba ver todo negro puede ser una verdadera pesadilla para la persona y para su entorno.

El fantasma es el marco a través del cual miramos la realidad. Es una lectura que cada uno hace de las escenas y de los recuerdos de lo vivido, a menos que este marco se modifique, leeremos e interpretaremos los hechos siempre desde la misma perspectiva.

El análisis permite ubicar aquellas identificaciones que nos mortifican y así separarnos de ellas. Esta distancia da lugar a recuperar la libertad del deseo propio, y muy posiblemente a sostener mejores lazos con  nuestro entorno.

La Bella Durmiente

¿Qué fue de las histéricas de antaño, de aquellas maravillosas mujeres, las Anna O, las Emmy von N?[1]

Camila, de 22 años, tiene un bloqueo cada vez que se enfrenta a un examen final. Se queda sin respuestay se angustia. El Otro que la demanda la deja muda.Además es abúlica, no tiene demasiados intereses en nada, le gusta dormir y pasar las tardes en casa.

La familia

Son tres hermanas. Mi hermana mayorme maltrata. De la más chica, de 16, dice que antes eran amigas, y ahora está muy rebelde. Ya casi no le habla, se droga, se encierra. La madre no para, es hiperactiva, sus palabras más frecuentes son vos no vas a poder, si no estudias te va a ir mal, de lo que ella recorta el te va a ir mal y diceSoy muy quedada, necesito que alguien me empuje. El padre, un comerciante que según ella no entiende nada, no la apoya en sus estudios pues no cree en nada que no sea práctico, y argumenta basándose en el periodismo radial. Él es hijo de gallegos, es sólo trabajar! Luego de esto dice No sé si voy a poder, es mucho para leer. Me esfuerzo y no rindo.

Esta familia entra en colapso cuando la menor deja de rendir sus materias, abandona a sus amigas y prácticamente vive de noche. Los padres niegan, tratan de mantener la apariencia, y si algo no anda, piensan que se resolverá con actitud positiva. La joven llega al extremo de introducirse en la Cava sola para comprar cocaína. Quien reacciona es la madre, pero de forma maníaca, sin resolver nada. Esta joven quiebra el modelo Ideal de esta familia burguesa-tradicional, ofreciéndose como síntoma del malestar familiar. El padre responde con la impotencia de la preocupación por lo propio: siente vergüenza, ella está ensuciando la familia, para la que él tanto ha trabajado.

El novio y la Otra

C tiene un novio que cursa Ingeniería, vive con una madre depresiva y quejosa, que coloca a este único hijo como su  partenaire para casi todo. Según C, él no parece estar muy interesado en ella como mujer, le cuesta ir a verla, no le habla de amor. Ella pregunta: Qué quiere?En qué pensará?Sueña: La madre de Rnos dice que no tenemos futuro, él viene a darme un beso pero le amago y no lo quiero besar. El termina besando a otra.

Se despliega la dimensión de la Otra. La histérica pone la causa afuera, la ubica en el Otro, ella no se pregunta por la causa en tanto división que la habita, sino que el problema es querer a un idiota, si cambiara de partenaire se resolvería el problema. Se coloca como perjudicada: sus amigas son felices, ella no tiene suerte, espera ser salvada y hace el trabajo por él. Este dormir y la espera sufriente, nos recuerda la concepción de Lacan de la histeria como detención, ella queda ante él detenida en una demora sufriente, en la que evita realizar la pregunta por su feminidad.Tampoco se pregunta por su propio goce (LACAN,1957, p. 434) En una etapa posterior, Lacan dirá que se trata del goce de la privación, goza de la insatisfacción en sí misma, o como él lo dice: el “goce del demasiado poco de gozar” (LACAN, 21-05-69). Ya en el Seminario 20, va a colocar a la histeria del lado hombre en las fórmulas de la sexuación, sirviéndose del goce fálico, será ella también homosexuada.

El despertar

Llega angustiada: Fui a su casa, estaba sola y me tenté, quería buscar algo que no quiero ver, y vi algo que no me gustó, eran páginas porno. Entonces…yo no le gusto? Otro día dice muy excitada: Encontré hashtags con 5 minas en su celular!Quiénes son?Por qué les habla a ellas?Qué tienen ellas que yo no tenga? Miller, en Extimidadnos alerta sobre la importancia de la función de la Otra en la histeria, y la comparara con la de Un Padre en las psicosis (MILLER, 1985, p 103); en este caso la revelación de la dimensión de las Otras como objetos de deseo, desencadena el despertar. Produce sueños de celos y traiciones, recobra el ánimo para estudiar y duerme menos. Finalmente encontró el goce que la anima. Llega a la sesión siguiente y dice: Encontré una contraseña, y era la de su Instagram!Lo buscoen las redes, lo investigo, me fijo si él mira a otras, o les habla. Él mira porno. Ella mira a través de la pantalla de la mirada de él, mira a otras mujeres, y quiere saber cómo ellas sienten, qué dirán, está tomada por ese goce escópico de la mirada, quiere mirar con esos ojos.Ella se identifica con un hombre, al tiempo que cede la posición femenina a alguna otra mujer que encarna para ella el misterio de la feminidad (LACAN, 1951). Va por más y se produce una autodivisión, al punto de ser ella y la Otra a la vez, y la lleva hasta el extremo el día que descubre un pseudónimo de él, consigue entrar, borra una de las cuentas de una chica, una lesbiana, medio putita y abre una cuenta con ese nombre.Entendés -dice excitada- entré y me agregué como si yo fuera ella! Lo grabé todo, lo filmé diciéndome cosas, y guardé las fotos de él bien sugestivas. Soy una Stocker!…Luego le mostré todo.

Era divertido, era yoy la otra mina al mismo tiempo, le mandaba las fotos y me divertía pensando en ser esa otra que él quería…Estoy aliviada y liberada…por saber finalmente la verdad.

Laura Fangmann

Bibliografía

LACAN, J, “Consideraciones sobre la Histeria”, Bruselas, 26 de Febrero de 1977, en Revista Quarto, N° 90, p. 1, https://www.dropbox.com/s/y6cp3ua0bfrx23m/Jacques%20Lacan%20-%20Consideraciones%20sobre%20la%20histeria.%2026.02.1977.pdf

LACAN, J,(1957), Escritos 1, El psicoanálisis y su enseñanza, Siglo XXI Editores, Bs. As, 1985.

LACAN, J, (1951) Escritos 1, Intervención sobre la transferencia, Siglo XXI Editores, Bs. As, 1985.

LACAN, J, El Seminario, Libro 3, Las Psicosis, Paidós, Bs. As, 1992.

LACAN, J, El Seminario, Libro 16, De Otro al otro (Inédito), 1968-1969.

LACAN, J, El Seminario, Libro 17, El reverso del psicoanálisis, Paidós, Bs. As, 2002, Clase V y VI.

LACAN, El Seminario, Libro 20, Aun, Paidós, Bs. As, 2012.

MILLER, JA,Extimidad, Paidós, Bs.As, 2011.

SCHEJTMAN, F, y GODOY, C, “La Histeria en el último período de la enseñanza de Lacan”, pag 122-123, http://www.scielo.org.ar/pdf/anuinv/v15/v15a45.pdf


[1]  LACAN, J, Consideraciones sobre la Histeria, P. 1

Laura Fangmann

¿Es posible un análisis en la modalidad online?

Para algunos analistas no fue una novedad recurrir a la atención online o telefónica para continuar trabajando en épocas de pandemia; lo que sin duda es nuevo es su uso generalizado. Hoy es un hecho que los análisis continúan, o se inician por esta vía, constatamos sus efectos.

Se instaló un debate en nuestra comunidad: ¿es posible un análisis en la modalidad online? Debate que excede el contexto de pandemia si consideramos, por ejemplo, el ritmo acelerado con que la tecnología favorece el aislamiento en el hogar. ¿Qué lugar toma hoy el psicoanálisis en el mercado global? Si bien hará falta tiempo para arribar a conclusiones, queremos enfatizar el interés de sostener una investigación rigurosa y no aceptar o rechazar la nueva modalidad solo por motivos de gusto o comodidad. ¿Llegó para quedarse? Pongámonos en el banquillo y demos nuestras razones.

Repetimos que “no es lo mismo” atender en forma online o presencial, pero ¿tenemos claro en que radica ese “lo mismo”? Las preguntas son múltiples y variadas, notamos que, en su mayoría, giran en torno a la presencia del analista, y al cuerpo.

¿Podemos hablar de presencia del analista en la modalidad online? La presencia del analista es una manifestación del inconsciente (1) en la experiencia que hace de él el analizante, causado por el acto analítico. No coincide con la realidad empírica, observable, del analista en el consultorio.

El analista ocupa el lugar del semblante en el discurso, único lugar desde donde se puede abordar el goce (2). Lacan agrega que “Ni siquiera somos semblante. Somos en ocasiones lo que puede ocupar su lugar y hacer reinar desde ahí el objeto a” (3). Desde esta perspectiva podríamos sostener que, el analista, puede hacer semblante desde cualquier dispositivo tecnológico que le permita escuchar y hablar. Tenemos allí en juego un objeto privilegiado: la voz.

Claro que no solo la voz participa de los análisis en el consultorio, donde podemos retirar nuestro cuerpo de la mirada del paciente sentándonos detrás del diván. Algo del cuerpo se pierde en la modalidad online: un roce, una mirada, un tropiezo, la respiración. El encuentro con esos restos del cuerpo, sin duda, contingente ¿tiene una función en un análisis distinto de otras contingencias? Porque también las hay en la modalidad virtual, y de ellas se sirve la interpretación. ¿Cuál es el punto, entonces, que queremos interrogar de la presencia y del cuerpo del analista? Comenté, en el Seminario Clínica con adultos (CPSI), la conocida intervención de Lacan que relata Suzanne Hommel: el roce de la mano en la mejilla interpretado como “geste à peau”. Un participante observó atinadamente, que esa intervención no hubiera sido posible en la

modalidad online. Nunca sabremos si decir “gesto en la piel”, hubiese producido el mismo efecto.

Ya no damos la mano, un beso, no recibimos el dinero en efectivo y perdemos esos detalles a los que tanto valor libidinal le atribuimos: dejó el dinero sobre el escritorio, lo dio en mano, se fue sin pagar, etc. Una colega que comenzó a atender nuevamente en forma presencial, lamentó que algunos de sus pacientes no le pagaban en efectivo como antes; nos preguntarnos si deberían hacerlo, ¿acaso la transferencia bancaria “limpia de goce” el pago? ¿Hasta qué punto no ritualizamos el acto fuera de toda orientación? Acerca del acto psicoanalítico Lacan afirma: “En la ética que se inaugura con el acto psicoanalítico, (…), por haber partido del acto, (…), la lógica comanda, y es seguro ya que encontramos allí sus paradojas. A menos que, seguro también, se le añadan tipos, normas, como meros remedios. El acto analítico, para mantener su zigzag propio, no ha de comprometerse con eso.” (4)

Si el psicoanálisis en tanto praxis, podrá incluir la modalidad online para que lo simbólico alcance lo real; si será esta una vía posible para que el acto analítico permita conducir al analizante a verificar y transformar su relación con el resto de goce incluido en su síntoma, son preguntas cuyas respuestas tal vez no se puedan generalizar. Reparemos en esta afirmación de Lacan: “… este fin que designo como la captura del analista en la oquedad del a, constituye precisamente lo ininterpretable. Para decirlo todo, lo ininterpretable en el análisis es la presencia del analista” (5). Se tratará de precisar en cada caso qué es la presencia del analista, y qué soporta o encarna lo irreductible.

Lo paradójico, como en todo acto, es que solo luego de acontecido podremos dar cuenta de él. Hará falta tiempo, mientras tanto, apostemos.

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  1. Seminario 11 “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, (p. 131)
  2. Seminario 20 “Aun”, (p. 113)
  3. Seminario 20 “Aun”, (p. 115)
  4. El acto psicoanalítico”, en Otros escritos, (p.400/1)
  5. Seminario 16 “De un Otro al otro”, (p. 317)

Mariana Gavotti

Manada de bestias: La violencia urbana en la época del Otro que no existe

Asistimos todos los días a una serie cada vez mayor de hechos de violencia en las calles de las ciudades. Sucesos excesivos para los motivos que los originaron, como si condensaciones de odio y agresividad estuvieran comprimidas en los sujetos a la espera de que el más mínimo detalle, de algún otro que pase por ahí y tocara el punto justo, desatara el estallido de una bomba furiosa que impactará sobre el supuesto enemigo. Estamos en una época de paranoia generalizada, donde la sospecha sobre la maldad del Otro está a la orden del día bajo un “qué me quiere” feroz.El ejemplo de algunas semanas atrás en la ciudad de BsAs, que rápidamente se viralizó, sirve de muestra para lo que vemos que se repite una y otra vez. Un taxista queagredió brutalmente a un automovilista (ver nota[1]).Otro caso que nos llama la atención es el de los “linchamientos”, donde entre varios atacan brutalmente a uno solo, luego de que éste ha cometido algún delito.

No son odios causados por las pasiones amorosas, no es el caso de un hombre despechado que mata a su ex mujer porque si no es con él no es con nadie; no se trata de las tragedias familiares, de asesinatos ni violaciones intra-familiares. En estos casos los protagonistas de la situación de violencia no se conocían, simplemente el azar los colocó frente a frente en alguna situación callejera y el efecto es inmediato: un auto mal estacionado, una falla en el cuidado por el respeto al otro, una palabra demás, un gesto obsceno, son detalles suficientes para que la situación se desate y ocurra la tragedia. Es odio?La violencia refleja el odio, o la ira?Se puede hablar de odio cuando no hay sentimientos amorosos intermediando?El odio, para Freud es el resultado de un conflicto edípico, viene por la ambivalencia amorosa con el progenitor del sexo opuesto, como amenaza frente a la pérdida del objeto de amor: amor-odio. En nuestro ejemplo es otra cosa. Miller se refiere al “odio del goce del otro” para delimitar este tipo de sucesos. Odio a que el otro goce de otro modo que el mío[2].El goce del Otro no lo compartimos ni lo comprendemos, es un real. Ahí radica la causa, del odio en el racismo y otros modos de segregación. Además, seexpandió más aun con la extensión del discurso de la ciencia, en su intento de nivelación globalizadora, y su idea de universalización del sujeto. En el caso de los linchamientos, habría una identificación en el punto del rechazo al goce del otro. Si hay alguien que roba, se lo lee como “me roba una parte de mi goce”, hay una extracción de goce y eso no se perdona. Lo mismo si un hombre viola a una mujer y va a la cárcel, allí muchas veces es ajusticiado por los otros presos que no toleran ese exceso de goce que este hombre ha ejercido sobre la mujer. No se le permite gozar más que a otros.

Paralelamente a las respuestas que da el psicoanálisis, analizamos sociológicamente un hecho social paradigmático: el linchamiento. Es un hecho de violencia que consiste en que un grupo de individuos realiza un ajusticiamiento por mano propia, prescindiendo del llamado a la Ley que rige las instituciones, como la Policía o la Justicia, cuando hay un acto de delincuencia, robo o agresión en la calle. Por ejemplo, un hombre roba un negocio, y los vecinos salen enardecidos de odio, y en lugar de llamar a la policía, lo agarran y lo golpean brutalmente, incluso muchas veces hasta matarlo. El texto “Linchamientos. La policía que llevamos dentro”[3], sostiene que lo que desata rechazo y reacción ante un robo, no es el sometimiento padecido por la víctima casual, sino la fantasía de que hay alguien que se la está llevando “de arriba”, es decir, que no está cumpliendo con la ley del sacrificio que rige para todos, además de insinuar un cierto goce por el acto mismo[4]. Aquí subyace la idea de que en las grandes ciudades hay una aceptación resignada de la ciudadanía que vive sólo para ir a trabajar y volver a sus hogares, en un estado de sumisión aceptada, propia del sistema capitalista del SXXI;y quien rompe dicha homeostasis sacrificial, por ejemplo saliendo a robar, debe pagar por haberse atrevido a evadirel sacrificio. Según el autor, el objeto mirada es central, tanto para quienes observan los hechos in situ, como para los millones de televidentes o navegadores virtuales, que fascinados, no apartan la mirada de la escena extremamente cruel del linchamiento público.

Para concluir, se podría hacer una analogía entre el pasaje al acto en las psicosis, donde falta la regulación fálica, provista por la función paterna, y el acto violento, por ejemplo, del linchamiento. Allí tampoco está funcionando la regulación simbólica, no hay palabra sino grito y golpe, no hay conversación ni comprensión, sino aturdimiento y un goce que marca el real del impulso. Volviendo a la comparación entre el pasaje al acto psicótico y al de la masa del linchamiento, decimos que en la paranoia existe una reacción agresiva, que logra, a través del acto violento solucionar la construcción delirante…. “el momento del pasaje al acto que en una psicosis es lo que es más impredecible ¿Por qué hay en un momento dado el pasaje al acto, si un delirio puede durar años sin la inminencia que acompaña el acto? ¿Y por qué en un momento dado, surge el sentimiento de inminencia y el sujeto pasa al acto? Lacan retoma esto en una cierta relación de oposición entre el delirio y el acto”[5]

En ambos casos hay forclusión del sujeto, en la Ververfung de la psicosis y en el ataque violento, y ello implica algo de la dialéctica en lo fijo de lo real, hay introducción de lo simbólico en lo real, que vuelve siempre al mismo lugar.

Bibliografía

-Benjamin, Walter, Para una crítica de la violencia, Edición electrónica de www.philosofia.cl , Escuela de Filosofía Universidad ARCIS.

-Lacan, “La agresividad en Psicoanálisis”, Escritos I, Tomo I, SXXI Editores, Buenos Aires, 1988.

-Laurent, E, “La tesis IV de “La agresividad en psicoanálisis”, Medellín.

 -Miller, J. A, Extimidad, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2011.

-Miller, J.A, “La agresividad en Psicoanálisis de Jaques Lacan”, Medellín,

-Pennisi, Ariel, y Cangi, Adrián, VVAA, Linchamientos. La policía que llevamos dentro, Editorial Quadrata, Buenos Aires, 2014.

-Tudanca, Luis, “Notas sobre la violencia a partir de un texto de Walter Benjamin”.


[1]https://www.infobae.com/sociedad/2019/04/07/relato-salvaje-en-plena-calle-nuevo-video-de-la-feroz-pelea-entre-el-taxista-y-el-automovilista/

[2]

[3]Pennisi,Cangi, Linchamientos. La policía que llevamos dentro.

[4] Pennisi, pag 42

[5]Ibid, pag 37-38.

Laura Fangmann

Del síntoma al synthôme: Una vía para pensar la madre, la mujer y el niño en la clínica actual

Introducción

Este trabajo se propone conversar sobre los ejes de la feminidad y los caminos que recorre una mujer en su condición de tal para tener acceso a lo femenino. Lo que lo causa se establece a partir de una pregunta sobre el final de análisis, y ese recorrido que la lleva de la presencia de una proliferación de síntomas en la neurosis, hasta la constitución de un synthôme como nueva forma de solución para el modo de gozar. Dentro de ese contexto focalizar en el tema de la diferencia que existe para el psicoanálisis de orientación lacaniana entre la madre y la mujer, siendo que en los discursos presentes en la cultura, actual y pasada, esta disyunción entre madre y mujer prácticamente no existe; es en este impasse donde se puede preguntar donde y cómo se establece el lugar que le cabe al niño, al niño en relación a su madre y en relación a la mujer que vive en ella, para poder subjetivar su existencia. [1]

Para tales fines tomaré los trabajos de Freud sobre la feminidad, así como también las elaboraciones de Lacan sobre la sexuación, la mujer y la madre. También legaron a mí otros aportes de gran riqueza como los trabajos de Jorge Chamorro sobre las mujeres[2], las exposiciones de Lêda Guimarães en Brasil, textos de Miller[3].

Mujer y síntoma

Lacan estableció una diferencia entre síntoma y synthôme, y en ello tenemos una herramienta importante para hablar de un análisis y también del análisis en la mujer. Cuando un sujeto femenino llega a la consulta normalmente encontramos una queja que luego, en el discurrir del tratamiento, se transformará en síntoma analítico. Lo que sucede es que ese síntoma irá modificándose, diversificándose, cambiando de forma, a eso Miller lo llamó la proliferación de los síntomas, para dar cuenta del modo en que en el análisis la neurosis va dibujándose a medida que aparecen algunos cambios de posición subjetiva. En este momento están en juego el síntoma y el fantasma, como enlace entre el significante y el goce en su forma de sufrimiento subjetivo. Esto, tanto en la mujer como en el hombre. Son éstas construcciones fantasmáticas que el sujeto trae al analista, las que irán de-construyéndose a medida que el sujeto es reconducido a los elementos absolutos de su existencia contingente, y marcan sus puntos de goce.[4]

Cabe decir que estos síntomas, que molestan, que hacen sufrir, para el psicoanálisis no son simples trastornos que deben ser removidos para que el sujeto pueda acomodarse mejor a lo social, como plantean en al actualidad muchas propuestas terapéuticas. Para el psicoanálisis el síntoma está considerado no como mera manifestación de la neurosis sino como aquello de lo más preciado para el sujeto, lo más íntimo de su goce, su tesoro y sufrimiento. Es con este síntoma que vamos a trabajar, no para anularlo sino para advertir al sujeto de su propio goce. Es con el síntoma que el sujeto hará y establecerá su lazo en lo social. 

El synthôme es una elaboración de la última enseñanza de Lacan para referirse a cómo el sujeto hará una amarración entre los tres registros a modo de nudo. El synthôme viene a ocupar el cuarto lugar de ese nudo y le permitirá dar un nombre a su letra de goce en el final del análisis. Se trata de lo incurable de cada uno, en tanto está condicionado por “lalengua” y no ya por el lenguaje, por eso Lacan al referirse al synthôme hablará de buscar la causa en la inmanencia y no en el más allá, no hay un más allá, la causa esta ahí, en la causa.

Por lo tanto, tenemos en el camino de la experiencia analítica lo que sería el pasaje de la proliferación de los síntomas durante el transcurso del análisis, a la constitución del synthôme en el final, como amarración del punto de goce.

¿Qué es una mujer, una madre, una loca, una histérica?

En este sentido tendremos que ver en el sujeto femenino cuáles son esos lugares que va ocupando a lo largo del proceso analítico. Siguiendo a Chamorro podemos decir que está la relación entre la mujer y la histérica, entre la mujer y la madre, entre la mujer y la psicótica. Hay semejanzas y diferencias, pero a la mujer se le presenta la disyuntiva de lidiar con el lugar de objeto causa de deseo, con relación a lo fálico, con lo no-todo fálico y el goce femenino. Entre la mujer y la histérica tenemos la cuestión de la histérica que se pregunta sobre qué es una mujer, que es ser mujer; y la mujer no se pregunta, sino que ocupa el lugar de objeto causa, esa es la verdadera.[5] Este lugar de objeto remite a su posición de no-toda, en el sentido de que hay un goce más allá del falo en ella, que no goza solamente a nivel del falo sino que hay un más allá. Un más allá del Edipo. Aquí podemos ver también la diferencia entre esta mujer y una madre, la madre goza de forma fálica, Lacan decía que la madre goza como hombre, puesto que coloca al hijo en el lugar del objeto de su goce, está completada por ese hijo-falo. Por eso la disyunción, única para el psicoanálisis es entre la madre y la mujer. Para Freud aun había una unión entre la mujer y la madre, dado que cuando piensa en la elaboración del Edipo en la mujer, uno de los caminos de solución es la sustitución de la fantasía de tener un hijo del padre, a través de la maternidad, vía la ecuación hijo-falo, esto Freud lo ve como una solución, como un encuentro de un camino seguro para una mujer. Con Lacan ya estamos en otra perspectiva, donde madre y mujer no son un complemento, hay disyunción, quiebre entre ambas.[6].[7]

El niño

Miller, en un trabajo llamado “El niño entre la mujer y la madre”[8] nos da las coordenadas de cómo pensar al niño en relación a su madre bajo una perspectiva muy esclarecedora, diciendo cuáles son las formas en que el niño adquiere su subjetivación en la neurosis, así como para una mujer puede realizarse ese pasaje entre mujer-madre-mujer, que toda madre debe enfrentar. Tomando como referencia el seminario 4 de Lacan, nos dice que “la lección del Seminario 4 es la de que aquello que permanece desconocido cuando se concentra la atención en la relación madre-hijo –concebida de una forma dual, recíproca, si lo desean, como si madre y niño estuvieran cerrados en una esfera-, no es sólo la función del padre (…) Es también el hecho de la madre no ser lo suficientemente buena cuando sólo vehiculiza la autoridad del Nombre-del-Padre. Es preciso aun que el niño no sature para la madre la falta en que se apoya su deseo. ¿Esto qué quiere decir? Que la madre sólo es lo suficientemente buena si no lo es en demasía, si los cuidados que le dispensa al niño no la desvían de desear en cuanto mujer” (pag. 7). Con esto Miller nos abre un camino para pensar que, si normalmente los analistas destacamos de la importancia del padre en la función separadora entre el niño y la madre, ésta no es suficiente. Además de ello es necesaria otra operación que viene de la madre como tal. O sea, la madre debe ser mujer para poder darle espacio a su hijo a que realice su subjetivación como ser. En este mismo artículo Miller dice que el niño llena y divide. El niño, además de saturar como sustituto fálico a la madre, también divide en el sujeto femenino que está teniendo acceso a la función materna, a la madre y a la mujer: “El niño divide, en el sujeto femenino, a la madre y a la mujer”. Esto es lo mismo que decir que el objeto niño no sea todo para esa mujer, como decíamos antes con Chamorro, la mujer desea más allá del falo, es No-toda en ese sentido, y esto también es lo que le permite al hijo separarse; y esto va más allá de la función paterna vía metáfora, es una operación que proviene del deseo de la madre: deseo de otra cosa. Dice Miller: “El Nombre-del-Padre…no basta, es preciso aun que sea resguardado el no-todo del deseo femenino, y que por lo tanto, la metáfora infantil no reprima, en la madre, su ser mujer” (pag. 9).

Volviendo al inicio del trabajo me pregunto, cómo una mujer en su análisis puede ir de la proliferación de síntomas, en la alineación, a la constitución de un synthôme, vía reducción, para poder nominar una letra de goce. Y en este sentido, si ese trabajo no acompaña también en su paso por la maternidad, un proceso que va de la posición de complementariedad entre el niño y la madre como un todo, hacia la de la separación de ese goce fálico (como colocar al hijo en ese lugar de Psicóloga de su deseo femenino) en dirección al no-todo del goce femenino y del deseo femenino.

Bibliografía

-Chamorro, Jorge, Las Mujeres, Grama Ediciones, Buenos Aires, 2008.

-Freud, Sigmund, Conferencia 33º, “La feminidad”, Obras Completas, Tomo XXII, Amorrortu Editores.

-Guimarães, Lêda, Conferencia: “Mulher-mãe nos tempos do declínio do pai”,dictada em Florianópolis el 06/04/2009.

-Lacan, Jaques, El Seminario, Libro 4, Las relaciones de objeto, Paidós, Buenos Aires,…

-Lacan, J, El Seminario, Libro 20, Mais, ainda , Jorge Zahar Editor, Rio de Janeiro, 1985.

-Miller, Jaques-Alain, “A criança entre a mulher e a mãe”, Opção Lacaniana Nº 21, Revista Brasileira Internacional de Psicanálise, Abril de 1998.

-Miller, J.A., De la naturaleza de los semblantes, De mujeres y semblantes, Piados, buenos Aires, 2002.

-Miller, J.A., El hueso de un análisis, Ed Tres Haches, Buenos Aires, 1998.


[1] Estas cuestiones y preguntas se fueron elaborando dentro el trabajo que viene realizando el “Núcleo de investigación en psicoanálisis con niños” de la Seção Santa Catarina de la EBP, en Florianópolis, durante más de dos años. Contamos para ello con la realización en 2008 del Coloquio sobre Psicoanálisis con niños, y en 2009 con una conferencia de Lêda Guimarâes sobre el niño en la contemporaneidad.

[2] Chamorro, Jorge, Las Mujeres, Grama Ediciones, 2008.

[3]  Miller, Jaques-Alain, Curso do ano 2008, aulas…; “El Hueso de um análisis”; “A criança entre a mulher e a mãe” em Opção Lacaniana Nº 21.

[4] Miller, Curso de Orientación Lacaniana, año 2008, clase Nº 5.

[5] Chamorro, Jorge, Las Mujeres, pag. 15.

[6] Freud, S, Conferencia 33º, La Feminidad, págs. 117-121., Obras Completas, tomo XXII, Amorrortu Ed.

[7] Para entender un poco qué relación hay entre la mujer y la psicótica una cita de Chamorro: “Las mujeres son locas,: este punto realiza la convergencia entre psicosis y mujer. El punto de convergencia está basado en la no regulación por el falo; un goce femenino o psicótico no regulado por el falo.” Chamorro, Ibidem, pag 19.

[8] Orientação Lacaniana Nº 21, abril de 1998. Traducción mia.

Laura B. Fangmann

El problema de las adicciones

Consideremos un dato que se verifica desde hace tiempo respecto de las adicciones: la existencia de distintas sustancias psicoactivas y la diversidad de usos o prácticas, en sujetos de distintas estructuras. La multiplicidad de las sustancias, característica de nuestra época (acorde con la multiplicidad de objetos de consumo que oferta el mercado) favorece la diversidad de prácticas que cada sujeto realiza con dicha sustancia. La combinación de drogas entre sí, de drogas con alcohol, de los anteriores con psicofármacos, etc.

     Y no olvidemos la proliferación de variadas categorías sociales, propuestas como adicciones, a objetos que no son drogas ilegales, ni alcohol, ni medicamentos psicotrópicos (de los que hay también para diversos usos: para levantarse, para tranquilizarse, para dormir…). Por mencionar algunas, y no está excluido que se combinen con las anteriores: las hay al juego, al sexo, al trabajo, a Internet, a las nuevas tecnologías.

      No todas estas adicciones tienen la misma relación con el objeto. No es lo mismo el efecto que produce la ingesta continua de sustancias tóxicas que la consumida, por ejemplo, en las salidas de los fines de semana. O el que consume para desinhibirse y acercarse a alguien, que aquel que lo hace precisamente para “no acercarse”, o bien para “borrarse”, o para “ausentarse” en un goce autista. Es conocido el caso de personas que, ante circunstancias que intuyen que pueden ser angustiantes o al menos inquietantes, consumen, a modo preventivo alguna medicación (ansiolíticos). También es sabido que la comida puede, en muchas ocasiones, ir a ese lugar. El problema es que siempre se necesita más.

      Un dato notable que surge de las estadísticas en economía es que los valores de los casinos suben notablemente después de grandes crisis económicas, tal como sucedió luego de la globalizada crisis financiera en 2008. Resulta paradójico quien acaba de perder, ¡apuesta a seguir perdiendo! Claro que bajo el velo de una vana ilusión: recuperar es posible. 

      Cuando los parches de nicotina no funcionan, lo cual no es poco frecuente, habría que tener en cuenta que privan de una cierta satisfacción. Con los parches no se pone en juego el recorrido pulsional que propone Freud: la pulsión (oral en este caso) le da la vuelta al objeto, lo contornea, y regresa a la fuente.

     Hoy, en plena pandemia por Covid 19, notamos una generalizada adicción a los dispositivos que nos permiten estar comunicados (o incomunicados) donde prima la imagen y es la mirada la queda captura en las redes.

     ¿Qué es entonces la adicción, habiendo tanta diversidad? Las adicciones tienen en común un objeto determinado, y la dificultad en desprenderse, separarse de dicho objeto. En la Carta 79, Freud piensa la masturbación como “adicción primordial”. Allí leemos que las adicciones al alcohol, a sustancias tóxicas, al tabaco, son sustitutos de aquella y que podría representar un gran obstáculo. Pone en duda, inclusive, si esta adicción es curable. Freud intuye con el “gran obstáculo” aquello que varios años más tarde conceptualizará con el término de pulsión, y más precisamente: ese lazo particularmente íntimo entre la pulsión y su objeto, la fijación de la pulsión. En “Análisis terminable e interminable” se referirá al obstáculo en tanto viscosidad de la libido, cierto grado de inercia psíquica.

     Si el ir y venir de la pulsión da cuenta del objeto que está en juego en tanto hueco o vacío, el objeto hace las veces del objeto faltante. Algo se resiste a abandonar la satisfacción. Notemos que el objeto cumple una función de instrumento, que solo permite el recorrido pulsional. ¿Qué estatuto tiene el objeto en las adicciones? ¿Se trata de adicción al objeto o sería más preciso hablar de adicción a un modo de satisfacción?

     Podríamos señalar este problema que tales casos nos plantean en la clínica como falta de interés en otra cosa, ya sea que se presente con padecimiento o no, ya sea que se acompañe el decir con cierto grado de queja o no. El retornar con suma facilidad a hacer uso de aquello con lo cual “se droga”, sin duda representa un problema. En este drogarse (Freud hablaba del efecto narcotizante, y de sustancias embriagadoras, haciendo referencia al estado de adormecimiento) resulta, digamos así, cerrado el paso a otra cosa. Es la dimensión del deseo la que permanece ausente. No hay pregunta por aquello que, en ocasiones, inquieta más a quienes lo rodean que al sujeto mismo. A menudo solemos notar que el analista termina deseando que quien tenga enfrente deje de drogarse para que comience a hablar. Cuando esto ocurre, ¿se estará rehuyendo la dimensión económica? Este podría constituir un obstáculo aún mayor.

      Lo dicho anteriormente no pretende ignorar los efectos reales de las diversas sustancias sobre el organismo. Sin embargo, no todo aquel que consume drogas o alcohol no puede luego dejar de consumir. Si el objeto en cuestión no vale por su propiedad llamémosla “adictiva”, queda claro que tampoco es la causa de la adicción. Cuando no se verifica fijación de la pulsión al objeto, hay variabilidad, es decir, sustitución. Cualquier objeto que cumpla determinadas condiciones, será apto para alcanzar la satisfacción pulsional siempre parcial. La sexualidad entra así en la vida psíquica, en tanto parcial, y conforme a la hiancia característica del inconsciente. El uso que hace el sujeto de la droga, o sus equivalentes, parece obturar esa hiancia en la insistencia misma con el objeto. Desconociendo la existencia del inconsciente y toda pregunta que apunte a su ser en tanto sexuado. 

     En estas diversas prácticas de consumo se percibe una dimensión ficticia de resolución del problema, o de evitación de algo, angustia, pérdida, insatisfacción. Ejemplos que ilustran un efecto de la época: la exaltación del plus de gozar encarnado en los objetos del mundo, destacando la brecha propia entre deseo y goce. El uso que hace cada sujeto es particular, determina una práctica y con ella una modalidad de goce. Es decir que la sustancia o su equivalente ocupa un lugar, que habrá que determinar, en la economía de goce del sujeto. Lacan lo enuncia claramente en el Seminario 17: “Es en la dimensión de la pérdida que se capta el plus de gozar, en cuya función está el hueco que llenarán ciertos objetos hechos para servir de tapón”. Pero no encontramos allí al objeto a, este resulta del saber de todo lo que se articula como significante.

      Probablemente la gran adhesividad al objeto dificulta muchas veces el establecimiento de la transferencia. La posibilidad de suponer un saber es resistida al tiempo que se rechaza la creencia en el inconsciente. Sin embargo, Lacan produce una inversión que nos esclarece, es el analista el que instituye a quien consulta como sujeto supuesto saber. Es el analista quien, entonces, supone un sujeto y supone un saber. La transferencia, nos dice, se funda en esto.

     Poner en función el objeto supone contar con una x, el valor que ha adquirido para el sujeto, y que le es desconocido. La interrogación solo puede quedar de su lado; mientras que, el analista, sostiene su acto. Si pensamos que, en la adicción, el sujeto ha elaborado ya una respuesta a la pregunta por su ser, en un análisis se buscará sintomatizar ese goce para que la separación comience a ser posible.

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Textos consultados:

– S. Freud, “Carta 79”; “Análisis terminable e interminable”. Ed. Amorrortu.

– J. Lacan, “El reverso del psicoanálisis”. Ed. Paidos.

– Adriana Testa, “Estructuras clínicas en las adicciones”, en “Clínica institucional en toxicomanías”. Ed. Letra Viva.

– Alain Ehrenberg, “Individuos bajo influencia”. Ed. Nueva Visión.

– Sylvie Le Poulichet, “Toxicomanías y psicoanálisis. Las narcosis del deseo”.  Ed. Amorrortu.

Mariana Gavotti